20/5/16

NIEVE CAPITULO 22: FINAL DE NIEVE

¡Queridos soñadores entre las sombras!

Hoy, es una entrada especial, porque este será el último capítulo de NIEVE de Isabel del Río.

¡Espero que os guste! Aunque seguro que os quedáis con ganas de saber mucho, porque el final es...

NIEVE 22: FRIA CULPABILIDAD



Si me detenía un segundo y los observaba atentamente parecía como si no ocurriera nada más allá de la mesa del salón. Tara se sentía mucho mejor y Lars había calentado algunos víveres. Después de servir unas tazas de café y un cuenco de leche con miel para la pequeña, Max sacó un libro de su mochila y empezó a leer con una voz calmada y suave que resultaba hipnótica para todos los que ocupábamos la habitación.

“Recogí esta brizna en la nieve.

Recuerda aquel otoño,

en breve

no nos veremos más.

Yo muero.

Olor del tiempo brizna leve,

recuerda siempre que te espero”*


La cadencia oscilante de la lectura de Max tenía el mismo efecto en Tara y Lars que en mí. Sentía cómo me pesaban los párpados y cada músculo de mi cuerpo se relajaba lentamente. Antes de dejarme ir, eché un vistazo a mis compañeros: la pequeña respiraba pesadamente con la cabeza apoyada sobre los brazos; el hombre que decía ser mi guardián permanecía inmóvil y erguido, pero su respiración era tan pausada que sabía que estaba dormido; y nuestro flautista sonreía, bailando sus labios con cada palabra.

Y me permití descansar.

Olfateé el aire frío y puro. Un aroma que me hacía salivar llegó hasta mí, traído por el viento. Una presa herida y suculenta. Aullé. Llamé a mis hermanos y padres.

Mis garras se hundían en la nieve y la potencia de mis cuartos traseros me permitía alzarme y correr; sentirme invencible. A unos metros descubrí un cuerpo.

Se me erizó el pelo y enseñé los colmillos en señal de peligro, deseando que no se levantara, que no se acercara a mí.

Los míos llegaron poco después y todos tuvieron la misma reacción. Todos excepto padre. Su imponente figura avanzó con seguridad hasta el cuerpo y empujó la silueta grácil y pálida hasta darle la vuelta. Sus cabellos negros se desparramaron por la nieve como sangre caliente y su rostro se iluminó con un gesto de incredulidad.

—¿Dónde está? —preguntó la mujer—. Vosotros le salvasteis la vida y él nos da caza.

Mis hermanos gruñeron ante las palabras que sonaban a amenaza, pero padre hizo un gesto de cabeza y todos callaron.

La humana alzó la mano manchada del rojo que pintaba su interior y ahora también su vestido, y padre acercó su hocico hasta ella. Mantuvieron aquella posición varios minutos. Después ella miró al cielo, respiró profundamente y murió.

El aullido de padre desgarró el aire y todos supimos qué debíamos hacer. Nos abalanzamos sobre el cuerpo y nos alimentamos sin saber que ese sería el pago por nuestra bondad pasada, la pérdida de nuestra inocencia.

Desperté acurrucada sobre un cojín que antes del cambio utilizaba para sentarme en el suelo y ver la televisión.

Estudié la habitación. Max seguía leyendo, aunque ahora en silencio, a un lado de la mesa. Tara dormía profundamente y Lars había desaparecido de mi campo de visión.

—¿Dónde ha ido? —pregunté sintiéndome espoleada. Algo en mi interior me decía que nada bueno vaticinaba su desaparición.

Max miró en derredor.

—¿Te refieres a Lars? Me ha pedido que te dejara descansar y ha dicho que él mismo iría a ver si encontraba a Joel.

La rabia y el miedo se apoderaron de mí al mismo tiempo, haciéndome vibrar con tal violencia que estallaron los cristales del salón. Salté por la ventana y busqué algún rastro que me indicara dónde estaba Lars. Seguí las leves pistas que había ido dejando en su recorrido, pero me detuve ante una mancha roja en la nieve.

Era su olor. Su sangre.

Apreté los puños y me clavé las uñas en las palmas de las manos. Les había fallado.


*Guillaume Apollinaire



Isabel del Río


¿Qué os ha parecido la historia? ¿Qué os ha gustado más? ¡Contadnos!

¡A Isabel le encantaría leer vuestras opiniones!

¡Un abrazo congelado!

11/5/16

NIEVE CAPÍTULO 21

¡Queridos soñadores!

Estamos con un pie en el final de NIEVE, este es el anteúltimo fragmento.

Espero que lo disfrutéis tanto como lo hice yo al leerlo hace ya tanto tiempo . Isabel del Río nos lleva de la mano hacia el desenlace de su historia, así que permaneced muy atentos. Porque todo se tuerce y la verdadera naturaleza sale a flote entre las sombras y la nieve.

¿Escucháis los gritos?

NIEVE 21. GRITOS DE CRISTAL




Su voz al principio me llegó amortiguada por la somnolencia que me había causado la imagen del libro, pero pronto los gritos de Tara se tornaron más estridentes, hasta que sentí vibrar mis pensamientos. Algo que me enfureció.

No me dio tiempo a recapacitar. Seguramente, si lo hubiera hecho, no habría tomado una decisión tan estúpida y egoísta, pero ante el sonido que perforaba mis oídos, aquella parte de mí que sentía continuamente hambre y asco de los débiles seres que me rodeaban, dio dos brincos y se presentó ante la horrorizada niña que retrocedió cayendo de culo al frío suelo.

Mi mano, durante un momento ajena a mí, alzó a Tara por el cuello. La observé: su rostro amoratándose por la falta de oxígeno y por la congelación que transmitían mis dedos. Sentí la presencia de Lars, aproximándose con celeridad. Apreté los dedos alrededor de aquel débil cuello y sonreí imaginando cómo de tierna era su carne.

Supongo que él debía llevar un rato ahí, llamándome, aunque hasta ese momento había sido incapaz de oírle.

—Detente. No eres una bestia, puedes vencer la sed.

Max subió los últimos peldaños hasta donde yo me encontraba, hablaba casi en susurros, con una voz melodiosa y calmante. En la puerta, los rasgos de Lars se habían transformado en las azuladas y violentas líneas del Rak-Sak. Nunguno de los dos se movía.

—Bethannie, déjala ir, por favor —dijo Max.

Me centré en mis dedos de un blanco casi resplandeciente, como la nieve bajo el sol, y después en el rostro de Tara, azulado y aterrorizado. La posé suavemente en el suelo y me retiré, al tiempo que Lars, de nuevo con su aspecto humano, se arrodillaba en el suelo para tomar entre sus brazos el cuerpecito de la niña.

—Ella sólo quería saber si Joel estaba contigo —gruñó Lars atravesándome con una mirada cargada de resentimiento por lo que acababa de hacer.

Pero el odio de Lars apenas me afectaba, al igual que la tos contenida de Tara, que trataba de tragar saliva y respirar. Sólo el nombre de Joel logró hacerme responder y volver en mí.

—¿No estaba con vosotros? —pregunté frotándome los ojos, despertando de un sueño que no deseaba analizar.

—Desapareció hace una hora, pensábamos que había salido en tu busca —respondió Lars. Protegió a la niña entre sus brazos y esperó a que ésta se calmara y dejara de temblar.

—No hemos visto a ningún niño —dijo Max rompiendo el silencio que se había creado entre nosotros.

—¡¿Y tú quién eres?! Beth, ¿cómo has podido traer a alguien? ¡Es peligroso! —rugió Lars.

—Sólo es un humano —escupí—, incluso tú eres más fuerte que él. No hay peligro.

De un salto bajé a por el carro y lo subí a hombros hasta el piso.

—Caliéntale algo a la niña, le sentará bien. También hay ropa. Yo voy a buscar a Joel —dije girando sobre mis talones y volviendo por donde había venido.

—Voy contigo —dijo Max.

—Iré más rápida si no he de proteger a nadie.

Los ojos de Max parecían implorarme que lo llevara conmigo. Parecía preferir el peligro a alejarse de mí, algo que no podía entender después de lo que había presenciado.

—No irás a ningún lado —atajó Lars rompiendo el juego de miradas que se había creado entre nosotros—. Necesito que te quedes aquí, te serenes y restablezcas la burbuja. Después yo mismo saldré contigo y lo encontraremos.

Negué con la cabeza. No creía razonable lo que estaba diciendo. ¿Dejar a Tara y a Max solos con la única protección de una burbuja? Quizá el frío no les afectaría, pero ¿y los ojos helados que nos observaban desde la planta de acceso al edificio, atravesándolo todo, sintiendo su calor…? Ese ya era otro tema.

—Me da igual lo que creas Beth, no eres tan poderosa como te crees y aún has de aprender mucho —aclaró Lars.

Nuestros ojos se encontraron y pude sentirlo: él tenía razón. Yo podía ser más fuerte y poderosa, pero él sabía muy bien cómo acabar conmigo si era necesario.

—Está bien. Pero sólo una hora, lo justo para restablecer la protección. Después saldremos en busca de Joel.

Todos entramos al piso y yo cerré la puerta tras de mí, escuchando muy lejos, en un pasado que no me pertenecía, la voz anciana de una Dama que me aseguraba que nunca más daríamos con él; al menos no como le habíamos conocido hasta el momento.


Isabel del Río



Y para los cotillas que quieran conocer el desenlace ;-) aquí os dejo a golpe de 'clic' el último capi.

¡Disfrutad!

http://laodiseadelcuentista.blogspot.com.es/2013/02/nieve-22-fria-culpabilidad.html

4/5/16

NIEVE CAPÍTULO 20

¡Queridos soñadores entre las sombras!

Hoy regreso un poco tarde, con un nuevo capítulo de NIEVE, la historia por entregas de Isabel del Río, que nos viene acompañando desde hace tantas semanas.

Pronto llegará a su fin y espero que os hayáis puesto al día o terminado de leer, si os ha podido la impaciencia.

Al abrigo de estas amenazadoras fauces os dejo.

¡Disfrutad de la lectura!

NIEVE 20. HISTORIA EN BLANCO


A veces nos creemos invencibles y justo en ese instante, cuando estamos en la cima, ocurre algo que nos hace caer de las nubes y ver que no somos más que motas de polvo en el universo.

Por extraño que pueda parecer, estaba deseando ver a Lars, Joel y Tara una vez más. Algo había cambiado desde mi encuentro con Max y, casi imperceptiblemente, la calidez que daba por perdida se había abierto paso en un recodo de mi interior. El hambre seguía ahí, al igual que el deseo de correr por la nieve totalmente desnuda y olvidar cualquier preocupación, pero ahora había algo más, un sentimiento que había perdido de muy niña siendo aún humana, el amor de una familia.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Max cuando llegamos a la puerta de mi antiguo edificio.

En seguida se dio cuenta de su error, mis ojos chispearon ante lo que había sentido como una provocación y levanté el carro con una sola mano.

—¿De verdad crees que puedo necesitar tu ayuda?

Él sonrió y yo desee acompañarle, pero hice pucheros como una niña caprichosa y me di la vuelta para subir las escaleras con el carro a cuestas.

—Y estas personas que te esperan, ¿son cómo tú?

Max no había dejado de hacerme preguntas durante todo el camino: cómo había cambiado, quién era antes de la nevada, si sentía dolor, cuánta fuerza tenía, cómo hacía para moverme tan rápido… Era como si yo fuera una especie de ave rara y él un ornitólogo muy pesado.

—No exactamente —respondí deseando vibrar a mi velocidad normal y dejarlo atrás para descansar un poco de su constante parloteo—. Lars es algo así como un guardián. Creo que su misión es protegerme, aunque no entiendo cómo. Es débil, sentimental y autocompasivo.

—Vaya, pues no parece que le tengas mucho aprecio —se mofó él a mi espalda.

Medité mis palabras antes de pronunciarlas, cerré los ojos unos segundos y dije:

—La verdad es que Beth se sentía muy atraída por él, incluso se sentía segura a su lado, y eso que no habían pasado mucho tiempo juntos. Pero desde el cambio sólo percibo su debilidad, veo tiritar su falsa carcasa y cómo se asoman los rasgos afilados del Rak-Sak y eso… Bueno, digamos que no resulta atractivo.

—¿Rak-Sak? Esa palabra me suena de algo —musitó Max frotándose las manos con fuerza.

—Los hermanos, Tara y Joel son algo así como aspirantes —continué—. Tara tiene la semilla para ser una Dama de las Nieves y Joel su guardián, pero no quedan suficientes Damas como para transmitirle la lágrima de cristal.

Me volví para ver si Max estaba bien, pues de pronto se había quedado completamente en silencio. Éste sostenía un librito entre sus manos y pasaba las páginas con un deseo contenido casi enfermizo.

—…Rak-la-Sak —pronunció.

Al escuchar esa sílabas mi cuerpo volvió a vibrar hasta que un gemido de placer escapó de mis labios. Por fin me sentía libre. Max dejó ir el libro para taparse los ojos, cegados a causa del resplandor. Sus movimientos se me hacían tan lentos que tomé el pequeño volumen y lo ojeé antes de que Max pudiera cubrirse la vista. La imagen a lápiz de una bestia inmensa, parecida a un lobo, pero con unas garras y unos dientes imponentes, me hizo estremecer.

—Rak-la-Sak —susurré para mí misma antes de adecuarme a los latidos de Max y escuchar a Tara gritar mi nombre por el hueco de la escalera.

Isabel del Río

                                                                                                                                




Y como siempre me despido con el enlace al siguiente fragmento:

http://laodiseadelcuentista.blogspot.com.es/2013/02/nieve-21-gritos-de-cristal.html

¡Ya solo queda este capítulo y otro!

¡Un abrazo helado!